10 de marzo – Ánimo
«Pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer, para que se cumpla su buena voluntad.» Filipenses 2:13 (RVR)
En estos días la excusa más común para dejar de hacer algo es “no tengo ganas”. Si hay un examen difícil para rendir y no estudié lo suficiente, alcanza con decir: no tengo ganas, lo rindo la próxima fecha, para quedar liberado de culpa y cargo. Los adolescentes y jóvenes crecen con la cultura de las ganas. Llevan a cabo solamente aquellas cosas que tienen ganas de hacer. Es la única consigna que manejan.
Quedó en el olvido la cultura de la responsabilidad, del sacrificio, del esfuerzo y de la constancia. El honor de mantener la palabra y no defraudar a quien confiaba en nosotros es un tema que solamente está en la memoria de los abuelos. En la actualidad, los muchachos se desdicen con la misma facilidad con la que se cambian una remera. En el estudio, en el trabajo, en las relaciones personales, es cada vez más notoria y frecuente esta cultura facilista y sin compromiso. Es el mal del siglo XXI.
Y lo más lamentable, es que este problema ya infectó la Iglesia. Los cristianos aprendimos a utilizar el mismo concepto para nuestras relaciones religiosas. Es tan fuerte la influencia de esta “cultura de las ganas” que se aplica sin culpa en la Iglesia. Podemos faltar a una reunión porque no tenemos ganas de ir. Podemos dejar un ministerio porque no tenemos ganas de continuar con ese esfuerzo. Podemos dejar de adorar porque no sentimos hacerlo.
¿Dónde quedó la responsabilidad y el respeto por la autoridad divina? Pensamos que con Dios vamos a negociar nuestras actitudes con la misma facilidad que lo hacemos con nuestros pares. Nos confundimos al pensar en que, como Dios es Amor perfecto, nos podemos abusar de su comprensión y generosidad. Dios es Amor, pero también es Justicia y Soberanía, y ninguno de sus atributos va en detrimento de los otros.
Pero Dios también es el Dios de la responsabilidad, del compromiso, del esfuerzo y de la constancia. No es un argumento para Dios el dejar de cumplir nuestra responsabilidad simplemente porque no tenemos ganas, porque no estamos de ánimo, o porque no nos sentimos bien. Es inadmisible para Él tal pensamiento.
¿Acaso Jesucristo tenía ganas de ir a la cruz para morir por tus pecados y sufrir tanto por vos? Dios puede generar en tu vida cotidiana tanto las ganas como la responsabilidad para cumplir tu compromiso. No obrar es ir en contra de la voluntad de Dios.
REFLEXIÓN – Que sea tu responsabilidad la que maneje tu ánimo.
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