20 de Abril – Culpa


“Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo.” Hebreos 9:14 (NVI)
Culpa
¡Cuánto pesa la culpa! Es un mal que no podemos eludir. Parece que es imposible sacarnos esa pesada carga. Y cuanto más avanzamos, se hace más pesada. Son aquellos errores que cometimos en el pasado pero que nunca nos dejan en paz, y nos acusan una y otra vez mostrándonos nuestros fracasos.
Intentamos cualquier medio para librarnos de la culpa de nuestros actos. Hay cosas que solamente uno conoce y que nos da vergüenza contar, que permanentemente vuelven a la memoria y no nos dejan en paz.
Es la culpa. Pero no hay nada que podamos hacer para liberarnos de la culpa porque está todo hecho. Es cierto que todos somos pecadores, pero los que recibimos a Jesucristo como Salvador y le pedimos a Él que perdone nuestros pecados tenemos una enorme ventaja.
Dios nos perdona los pecados, todos los pecados. Dice Miqueas que los sepultó en lo profundo del mar y nunca más se acuerda de ellos. Dios nos ama tanto que nunca nos va a recriminar por las faltas pasadas si pedimos perdón por ellas.
Pero el amor de Dios es aun mayor, alcanza hasta limpiar la culpa. Nadie puede acusarnos porque Dios nos justificó. Dios solo nos pide una acción para eliminar la culpa: confesar los pecados. Porque cuando Dios perdona, olvida para siempre.
La culpa proviene del diablo para inmovilizarnos. Es como si nos dijera al oído: «¿Cómo vas a hacer ese servicio para Dios si vos cometiste tal pecado? ¿Cómo es que te animás a orar y leer la Biblia después de haber hecho tal cosa? Dios no te va a bendecir, menos después de haber hecho semejante pecado».
Dios nos da una garantía maravillosa para aniquilar este sentimiento. La sangre de Cristo que limpia de todo pecado puede además limpiar nuestra conciencia de toda culpa. No importa cuán grave sea tu pecado, ninguno es tan grave como para no ser perdonado por Dios.  El perdón de Dios no tiene límites, nada lo condiciona.
El perdón de Dios tiene un propósito, es que podamos servirle. No hay servicio posible si no estamos limpios. Dios requiere primero santidad y luego acción, y nos da todas las posibilidades para realizar un servicio eficiente.
REFLEXIÓN – La culpa de tener culpa es totalmente tuya. Mejor serví a Dios con santidad.

Comentarios de Facebook

Respuestas

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *