12 de abril – Sensible

«Al escuchar esto, me senté a llorar; hice duelo por algunos días, ayuné y oré al Dios del cielo.» Nehemías 1:4 (NVI)
Nehemías era el copero de Artajerjes, rey de Persia sumamente poderoso. Su imperio era el más grande de su época. La posición de copero no tenía poca importancia, ya que era el responsable de probar el vino y la comida del rey para evitar que fuera envenenado. Los coperos eran seleccionados con estricto rigor: debían ser hombres bien parecidos, cultos, agradables, simpáticos confidentes. Cuenta la historia que las personas que más influían sobre los reyes de la antigüedad eran sus esposas y sus coperos.
Se generaba una estrecha relación de familiar intimidad entre el rey y su copero. Por eso, Nehemías estaba en una posición extremadamente conveniente. ¡Era el hombre de confianza del rey más poderoso en ese período histórico! Poder, influencias, dinero, negocios, todo estaba al alcance de su mano. Era una posición políticamente envidiable, un lugar al que muy pocos de nosotros podría acceder jamás. Hoy, sería como ocupar el cargo de vicepresidente de Coca Cola.
Impacta observar que este hombre tan encumbrado y con tanta influencia política haya sido tan sensible a las cosas de Dios. Seguramente, Nehemías había nacido en la cautividad de Babilonia y es probable que haya visto la destrucción de Jerusalén siendo muy niño. Estaba a 1300 kilómetros de esa ciudad, en una sociedad politeísta, muy bien posicionado social y económicamente. Pero cuando escuchó que el pueblo de Judá estaba pasando graves problemas y que los muros de la ciudad estaban destruidos, Nehemías lloró y oró a Dios. Su corazón se conmovió, y nació el deseo de servir a Dios.
¿Por qué un hombre con tantas posibilidades económicas puede ser tan sensible ante el llamado de Dios? Simplemente porque Nehemías tenía un corazón pegado al de Dios.
En estos tiempos, perdimos esa cualidad. Estamos demasiado preocupados por mantener el estándar de vida, por cambiar el auto, por progresar, por comprar el último MP5, que nos volvimos insensibles al llamado de Dios. Tenemos nuestra escala de prioridades tan cambiada, que las cosas de Dios quedan siempre relegadas y olvidadas. Y esto nos pasa porque nuestro corazón está lejos de Dios. Es probable, que algunos seamos muy religiosos, pero estamos lejos de la Persona de Dios. No somos sensibles a su voz porque hay otros intereses que nos desvían la atención.
A partir de hoy imitá a Nehemías. Que tu posición social no te aleje de Dios.
REFLEXIÓN – Viví sensible a Dios.

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