9 de Diciembre – Socorrer
“Pues por cuanto El mismo fue tentado en el sufrimiento, es poderoso para socorrer a los que son tentados.” Hebreos 2:18
Socorrer
No hay nada más angustiante que un llamado de auxilio. Existe una norma entre los marineros. Cualquier barco, al escuchar un llamado de auxilio, debe ir a socorrer a quien necesita ayuda. Es un tema solidario de vida o muerte. Sucede algo similar cuando vamos por la calle con el auto, y escuchamos la sirena de una ambulancia. Nos corremos para darle paso, porque lleva a un enfermo que necesita ayuda urgente. Respondemos al llamado de la necesidad y somos gentiles.
Cuando hay un accidente en la calle, enseguida se junta la gente y se trata de ayudar. Cuando hay una catástrofe, o un atentado las personas reaccionan solidariamente, sin egoísmos, e intentan socorrer a los damnificados.
Reaccionamos así frente a eventos que sacuden o atemorizan. Pero nos olvidamos de estos gestos en nuestra vida cotidiana. Como es normal, y siempre parecida, no actuamos de la misma manera. El sujeto que arriesga su vida para salvar a alguien aprisionado por los escombros de un edificio en ruinas, es el mismo que al esperar el tren, empuja para subirse buscando asiento y no le da el lugar a la embarazada que va parada. Se hace el dormido.
¡Gracias a Dios, Cristo no es así! Él nunca modifica su manera de reaccionar frente a las situaciones de la vida. No importa si se trata de una catástrofe, o de un problema cotidiano, si es un caso único o algo reiterado. Jesucristo siempre está atento para socorrernos. Siempre está disponible porque nos ama con su amor eterno.
Es maravilloso pensar que Jesucristo no mide la gravedad o intranscendencia de nuestros actos, Él ama siempre igual. Y su Poderosa mano siempre está dispuesta para socorrernos. Aun nos sigue amando, cuando deliberadamente nos alejamos de su presencia para pecar. Su amor para con nosotros no cambia.
¡¡Glorioso Jesucristo, que siempre ama y nos socorre!! Aun en tu peor momento, Él no está lejos. Cristo conoce lo que estás pasando y sufriendo. Y Él tiene el poder para darte auxilio. Tal vez no te de la solución como vos estás esperando. Pero siempre vas a tener el salvavidas divino para poder soportar el sufrimiento.
El amor de Cristo no tiene límites, ni medidas, ni condiciones. Es absoluto y perfecto. Y alcanza siempre para vos.
REFLEXION – ¡Glorioso Salvador que te ama y te auxilia!
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