20 de noviembre – Pedido
“Cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: No llores.” Lucas 7:13 (RVR)
Cuando Jesucristo estaba entrando en Capernaum, una multitud lo acompañaba. Había alegría y excitación. Cristo acababa de sanar al siervo de un centurión en un milagro increíble. Se respiraba un aire de éxito en la comitiva. Gritos, risas, comentarios en voz alta. Todos estaban expectantes a ver que nuevo milagro sería realizado. Pero al entrar en la ciudad, se toparon con otra multitud.
Ésta, venía mucho más silenciosa. No había sonrisas, sólo dolor y lágrimas. Era un cortejo fúnebre. Al frente de la marcha, la madre destrozada marcaba el lento peregrinar; detrás el féretro y los que la acompañaban. Ella casi ni miró a la multitud que venía enfrente, estaba demasiado dolida y preocupada. Acababa de morir su único hijo y ella era viuda. Ya no había hombres en la familia, así que eso la condenaba a vivir de las limosnas del pueblo o a morir de hambre y soledad. No había alegría a su alrededor, sólo penumbras.
Las dos multitudes se enfrentan. Los gritos se silenciaron, las risas se acabaron. El respeto y el silencio fue un mazazo en la entrada del pueblo. Jesucristo detiene su marcha. Enfrenta a la dolorida madre y le hace este pedido: no llores. ¿Tenía sentido pedirle eso a la pobre mujer? Parecía más un chiste de mal gusto que un acto de consolación. Ella levantó la vista en silencio y encontró algo que jamás había visto antes. Había paz en la mirada, de Jesús había esperanza, había consuelo. Y dejó de llorar.
Entonces Jesucristo, hizo lo que nadie puede hacer, resucitó al hijo de la viuda y le devolvió su alegría. El rumbo y el ánimo de la comitiva que acompañaba a la viuda cambió. Ahora, todos entraron al pueblo con alegría.
Jesucristo es alegría, es vitalidad, es vida, es abundancia, es plenitud, es luz. Y a veces nuestra vida, es como la comitiva de la viuda: triste, oscura y sin esperanza. Hoy Jesucristo se detiene frente a tu realidad dura y cansadora y te dice “no llores”.
No es un pedido caprichoso. Es el pedido de Dios. Él tiene el consuelo y la solución para tu dificultad. Dios tiene la respuesta a tu pregunta inconclusa. Dios te quiere detener hoy de tu camino de angustia, para invitarte a su comitiva. Cambiá tu rumbo, seguí a Jesús.
REFLEXIÓN – ¿en qué comitiva estás?
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